martes, 13 de septiembre de 2011

Carta de Lector: Colectivero


Publicado el 9 de Septiembre de 2011

Soy de la época del colectivero múltiple. El de los diez brazos y otras tantas manos. El tipo tenía cercano a él un tubo metálico horizontal, con dientes en sus bordes. Salían del tubo tiras de papel de distintos colores, llamadas boletos. Cada boleto llevaba números, que correspondían a las distintas secciones por las que atravesaría el pasajero.

El pasajero subía con el dinero en su mano, el colectivero lo contaba, y le daba el vuelto, en dinero papel de su billetera y en monedas que estaban en el monedero, el que gatillaba para que salieran de los tamborcitos. Y así para cada uno de los pasajeros de la fila que subía al “bondi”. Mientras tanto miraba por el espejo levantando su cabeza y se fijaba si habían bajado los pasajeros que querían descender.

La puerta delantera se abría y cerraba a mano, con una palanca. Los colectivos no tenían caja automática y el conductor, al que llamábamos “chofer”, hacía los cambios de velocidad como cualquier hijo de vecino. Los asientos del colectivero no tenían resortes ni amortiguadores. No había calefacción ni vidrios polarizados.

“Corriéndose para atrás que hay lugar”, gritaba, para cargar más pasajeros y no dejar a nadie abajo. Cuando la parada era a la izquierda, entonces los pasajeros bajaban y subían por la puerta del pozo, cercana a él, que era abierta y cerrada manualmente. Voceaban las paradas, hacían acordar a los pasajeros cuando se lo pedían y no se olvidaban, anotaban los horarios en los registros y atendían al inspector (el “chancho”) que les controlaba el corte de boletos y el respeto del horario.

Ah, y no se quejaban de tendinitis.
Esto no fue publicado. Se adjuntan a modo ilustrativo, para los más jóvenes.


 

MONEDERO

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