Por fedevazquez
El kirchnerismo estuvo ayer con el corazón en la boca, esperando esa bendita conferencia de prensa. Parece ya evidente que los verdaderos problemas políticos están hacia adentro, en el nudo de alianzas que este proceso supo tejer, donde por el propio carácter radial de conducción, cada jugador está obligado a medir su relación de fuerzas directamente con el centro, antes que con los demás aliados. Una lógica de funcionamiento que le otorga mucho margen de acción al núcleo conductor, pero que a la vez lo pone siempre en el foco del conflicto, sin posibilidades de actuar como "mediador", en tanto que él es siempre una de las "partes".
A diferencia de Fukushima, el gran Hugo demostró que sabe cómo enfriar una potencial explosión radioactiva, dejando al mismo tiempo escapar un poco de contaminación para que el mensaje de ayer -que va en muchas direcciones a la vez- llegue a todos los destinatarios.
Vamos a intentar pensar en eso:
A diferencia de Fukushima, el gran Hugo demostró que sabe cómo enfriar una potencial explosión radioactiva, dejando al mismo tiempo escapar un poco de contaminación para que el mensaje de ayer -que va en muchas direcciones a la vez- llegue a todos los destinatarios.
Vamos a intentar pensar en eso:
1-El "enojo" de Moyano con algunos personajes fue punzante: Menem, Duhalde y "un señor colombiano" son los nuevos expulsados de la plaza del peronismo. Al igual que en el 74, el sujeto fundamental de ese movimiento político marca límites ideológicos y de construcción política. Los nuevos expulsados son los que ya han abrazado definitivamente el paradigma liberal (tanto en términos económicos, como simbólicos e ideológicos) y marchan a ser un furgón de cola de una derecha que, si tenemos suerte, se llamará por su propio nombre. Anotación relevante: es estrictamente un debate al interior del peronismo. El kirchnerismo hace rato había definido la exterioridad de ese sector político. Al menos desde 2005. Eso no quita relevancia al debate al interior del peronismo, al contrario, lo especifica. Ayer Moyano les dijo a los dirigentes del Peronismo Federal algo así como "que se saquen la camiseta".
Entonces, lo que llamamos "proyecto nacional" (que vendría a ser la más grande de las muñecas rusas que adentro lleva a la muñeca-peronismo, a la muñeca-kirchnerismo y a la muñeca-progresismo) sigue buscando su rumbo, definiendo sus socios, delimitando sus enemistades. En ese sentido, la conferencia de Moyano es una contracara parcial al hormiguero tumultuoso de Huracán. Momento, no todo es "nunca menos" y "Cris pasión", hay aún un proceso de conformación de ese proyecto que no está saldado. Que recién comienza. Donde el sindicalismo todavía no encontró un lugar definitivo. Ni siquiera un lugar cómodo. Con la salvedad -enorme- de que el tiempo actual permite soñar con una comunión de intereses y proyecto político antes que con una guerra interna.
2-El interrogante, entonces, sería: ¿Qué lugar quiere ocupar la CGT? ¿Qué lugar quieren los demás que ocupe la CGT en ese proyecto? Algo que no se reduce solamente a la confección de listas para las elecciones (pero lo incluye, desde luego). Kirchner, en sus últimos tiempos, comenzó a utilizar la muletilla del fifty-fifty, tomando una expresión del, también, último Perón. Sin embargo asoma otro porcentaje, menos poético: el 33% del lugar en las listas que solía tener el movimiento obrero en el peronismo hasta los años 80. En ese sentido, el fifty-fifty es un gran horizonte económico programático, pero es impensable como realización concreta y real sin el otro. O sea, sin un traspaso de poder político hacía el sujeto social concretamente interesado en ese reparto de los ingresos.
La "hegemonía cultural" que nos relata Sarlo no es otra cosa que un movimiento dinámico, que sólo mostró las primeras señales de su condición de posibilidad. Haber ganado parcialmente la batalla cultural de los medios de comunicación, deja paso a la más básica y permanente de cualquier disputa de sentido: quién debe gobernar y para quién debe gobernarse. En cualquier proceso político verdaderamente reformista (que esconde siempre una veta revolucionaria, así sea siempre como potencia y nunca como acto) la cuestión de fondo será medida por el grado de profundidad con que ese proceso logra incorporar en la mesa de decisiones a actores sociales que estaban excluidos de ella. Pero eso, que es otra forma de nombrar a la canción moyanista de "un presidente trabajador", tiene una contraparte insoslayable, que es que ese conglomerado social debe dar sus propias batallas políticas, culturales y simbólicas para salir del lugar de encapsulamiento en que el sindicalismo ha caído desde hace mucho tiempo. Esa es una tarea donde no alcanza con revolear a Perón y a Evita. Tampoco la amenaza difusa y autocelebratoria de "si lo tocan a Moyano, les paramos el país" que ayer cantaban los compañeros camioneros. Es algo mucho más difícil, donde para acumular políticamente es necesario incorporar parte de las necesidades y creencias que la sociedad -a la que se pretende gobernar- tiene en el presente. El sindicalismo tiene buenos reflejos para el abroquelamiento defensivo, no tanto para expandir su discurso y sus objetivos en sectores más vastos que los que ya controla.
3-El gobierno/kirchnerismo debe acompañar el proceso de conciencia social de la gente respecto al sindicalismo, que no es otra que el lugar que aún tiene -posmodernismo mediante- la clase trabajadora como parte de nuestra sociedad. Ese grado de conciencia respecto al gremialismo es bajísimo, producto del triunfo ideológico del liberalismo, hace más de treinta años. ¿Pueden los trabajadores aspirar a volver a ser columna vertebral sin, al menos, recomponer los lazos de representatividad con sus propias bases? Moyano tiene, en definitiva, el mismo problema que tuvo D´elia, cuando intentaba su salto a la política partidaria: no tiene asegurado el voto de sus sindicalizados.
La CGT viene procesando de una manera compleja, incomprensible para los que siempre vieron ahí un todo homogéneo de "gordos", la crisis de representatividad general pos 2001. La crisis de los sindicatos fue y es paralela a la que tuvo (y, vale recordar, aún tiene) la política. Moyano mismo fue una expresión de eso con su MTA en los 90, y aún más decididamente la CTA por aquellos mismos años. Las barajas se sirvieron de manera inesperada un tiempo después, y la reconversión de la política, que fue abriéndose desde el 2003 fue mucho más errante en las sedes sindicales que en los despachos políticos. Por pura lógica del sistema democrático: la purificación del voto en elecciones abiertas para elegir representantes políticos se vuelve mucho más mañosa en el ámbito obrero. Pero, aun así, ese proceso se fue dando. Si se tocó fondo en las grescas balísticas del segundo velatorio de Perón, de ahí en más se fueron produciendo acontecimientos relevantes que sólo se pueden apreciar si se los agolpa como escenas consecutivas: el acercamiento entre los Hugos, la separación de los gordos barrionuevistas de la CGT oficial, la incorporación de un discurso respecto de los DDHH como forma de ir saldando por arriba el enfrentamiento de los 70 al interior del peronismo, la juventud sindical y la juventudes políticas kirchneristas dándose mutuos guiños de ser parte del mismo barco, el deslinde de la conducción cegetista respecto de la suerte de Pedraza, esquivando un no-lugar para un sindicalismo con pretensiones de poder político.
4- ¿se podrá?
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