¿Mauricio Macri tiró la toalla?
POR
HERNAN BRIENZA
El
jefe de gobierno, entre el abandono absoluto de la gestión y el recorrido
judicial por distintas causas. El fallo de la Corte que obliga al Grupo Clarín
a cumplir la Ley de Medios, la quita de la concesión a TBA y las medidas
tributarias y de control del mercado de cambios.
Más allá de su ausencia en el Tedeum organizado por el cardenal Jorge Bergoglio, ocasión que siempre aprovecha el príncipe católico para florearse con sus críticas frente a los políticos pero sin hacerse cargo de ninguna de las faltas cometidas por los hombres de la Iglesia durante los últimos 40 años, el intendente de la Ciudad de Buenos Aires parece haber comprendido que él en la carrera presidencial ya es No Placé. E igual que el gordito dueño de la pelota que no juega si no lo dejan ganar –quizás una de las características entre un animal político y un tirifilo tratando de hacer política es el placer que produce el propio juego independientemente del resultado final–, Macri comienza a desandar sus propios deseos y transita por el abúlico camino de la des-gestión. Aburrido, malhumorado, sin recursos discursivos ni fuerza transformadora se desdibuja como esperanza blanca de la derecha argentina –lo que conlleva un problema para el sistema político argentino– y pasa a una etapa defensiva marcada por la caída en las encuestas –finalmente, a pesar de la cobertura mediática del Grupo Clarín y el diario La Nación, comenzaron a entrarle las balas y hasta su propia clientela comienza a desconfiarle como posible líder político y social–, el recorrido judicial por distintas causas y el abandono absoluto de la gestión.
Posiblemente sea aventurado decirlo, pero es posible que Macri ya sepa que no tiene chances para las presidenciales y esté organizando su Operación Desensillando de la Política. Por lo pronto, lo único cierto es que el viernes pasado no asistió al Tedeum. Las dos fotos fueron contundentes. Mientras María Eugenia Vidal asistía con cara de circunstancia al reto bergogliano, la presidenta Cristina Fernández realizaba un acto ecuménico –que incluía a cristianos, judíos, musulmanes y confesiones de los pueblos originarios, entre otros– donde la protagonista volvía a ser indiscutiblemente la política.
II. También fue protagonista la política en los tres momentos más importantes de la semana: a) la decisión de la Corte Suprema que obliga al Grupo Clarín a cumplir la ley votada por los representantes de la mayoría de los argentinos, b) la quita de la concesión a TBA de las líneas Sarmiento y Mitre y el traspaso al UGOFE, y c) la política de presión tributaria y de control cambiario que lleva el gobierno para prever futuros problemas económicos.
a) En el primero de los casos, porque el Estado obligará finalmente a cumplir la ley a un grupo corporativo acostumbrado a tener aceitadas su propia línea de jueces y su propia tropa de legisladores. Si todo marcha como corresponde, el Grupo Clarín, que adquirió fuera de la ley la empresa Papel Prensa tendrá, ahora, 35 años después, que sentarse a cumplir una ley que va en contra de sus propios intereses. Se le acabaron a Clarín, al menos durante este gobierno, los tiempos en que podía dibujar concesiones, licencias, leyes de bienes culturales, salvatajes financieros espurios y negocios fraudulentos con las jubilaciones de los argentinos. Ahora, deberá empezar a cumplir las leyes.
b) La mayoría de los argentinos soñamos con un modelo ferroviario enteramente estatal. Sin embargo, la zona metropolitana contará, al menos en esta etapa, con una administración mixta a través de UGOFE entre el Estado Nacional y las empresas Metrovías y Ferrovías. Obviamente, la presencia de la firma Roggio genera suspicacias y no significa un grito soberano ni mucho menos, pero se trata de un desplazamiento del Grupo Cirigliano, uno de los más cuestionados en el negocio del transporte público. Es posible que el Estado, con sus límites y sus encorsetamientos heredados de los años noventa no pueda afrontar –menos en años de dificultades económicas externas– el desafío de gestionar todo el entramado ferrocarrilero, pero no menos cierto es que a esta altura sus hombres deberían estudiar una reforma profunda del sistema público de transportes que articule trenes, subtes y colectivos y que tome al área metropolitana como una unidad y no como islotes o entidades aisladas.
c) La posibilidad de desdolarizar a la sociedad argentina es quizás el mayor desafío que tenga la economía nacional en los próximos años. Partiendo de la base de que el Estado tiene toda la potestad y la legitimidad para controlar la variable y el mercado cambiario, el desafío más importante que tiene el gobierno es recuperar la confianza de la población –destruida desde el Rodrigazo en adelante e incluyendo las desleales políticas de Martínez de Hoz y de Sigaut, la híper inflación alfonsinista y la desprolija salida de la Convertibilidad– en los instrumentos económicos nacionales. Sólo demostrando que el que apuesta al peso no pierde es que se podrá cambiar la cultura económica de los argentinos. Y para eso, claro, la dirigencia empresarial y política debería demostrar que sus inversiones están pesificadas y que no habrá excepciones como las hubo durante el último corralito cuando el propio Domingo Cavallo llamaba a sus amigos para que retiraran los depósitos de los bancos. En suma, es necesario demostrar fehacientemente que en materia económica la ley –como dice el Martín Fierro– ya no es tela de araña que “enrieda” al bicho chico y la rompe el bicho grande. Por su parte, la contracara de la mayor presión tributaria –algo que los argentinos nos debíamos también como un nuevo pacto fiscal– requiere de una reforma impositiva progresista y progresiva y también de la toma de conciencia de que el funcionariado político debe ser como la mujer del César, es decir, no sólo ser honesta sino también parecerlo. El aumento de los controles tributarios tendrá como consecuencia un crecimiento en la sensibilidad por parte de la sociedad ante supuestos casos de corrupción y de enriquecimiento ilícito por parte de los agentes estatales.
En los tres casos, y ante el nuevo escenario de crisis económica internacional, el gobierno nacional optó por la salida correcta: más Estado y más política para contener los impactos negativos de la merma de recursos. Porque un modelo nacional, popular, democrático con acento de la redistribución de la riqueza, no sólo se explicita en los buenos momentos sino, sobre todo, en la contención de los efectos negativos ante las situaciones económicas adversas de los sectores más postergados. En esa dirección deberían estar dirigidos, no sólo las acciones de gobierno, sino también los sacrificios que el momento exige a cada uno de los argentinos en su posición social. Es decir, que un profesional de clase media no pueda ahorrar en dólares o viajar al exterior parece un mínimo compromiso frente a la posibilidad, por ejemplo, de que el aumento de salarios de los sectores del trabajo sea menor que al de otros años. A cada cual sus beneficios según sus necesidades y, también, sus esfuerzos según sus posibilidades.
III. Por último, la presidenta en su discurso del viernes volvió a advertir que el “el recambio es inevitable” y que “nadie es eterno”. Falta mucho todavía, claro, para hablar de continuidades y sucesiones, y todavía es imperioso abrir un debate serio sobre la relación entre los liderazgos necesarios y los procesos transformadores. Sin embargo, una pregunta sobrevuela todos los ámbitos políticos: ¿Las palabras de Cristina Fernández son una descripción o un anuncio?
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