Gerardo Fernández
Nunca imaginé que la vida me haría coincidir por un instante con el caballero de fina estampa Ricardo Gil Lavedra. El señor de la tetera tiene razón al sostener que "El kirchnerismo es un falso progresismo".
Es verdad.
No le demos más vueltas.
Hay un sino que define al kirchnerismo y lo escinde dramáticamente de "esa forma de ser" que podríamos definir como "Progresismo auténtico" y es todo lo referido al Poder. Al kirchnerismo lo calienta el poder, lo excita, lo pierde, de ahí su adicción a disputarlo en cada rincón de la sociedad, todo lo contrario, del "modo de ser" progresista, para el que estos asuntos del poder no son en rigor materia de desvelo básicamente porque no le va tan mal, porque así como están las cosas, están mas o menos bien, salvo las minas, el problema de la oposición en Libia, el tren bala y Cristina que sigue sin dar conferencias de prensa....
Mientras el kirchnerismo pelea cada espacio de Poder, veamos cómo procede el progresismo auténtico y remitámonos a un ejemplo muy actual, del progresismo revolú que practica el vecinalismo porteño del ferrocineasta, que ante la posibilidad cierta de ganar la capital huyó despavorido y lo puso a Charles Bronson de candidato para que vuelva al 9 % histórico (no hay caso, viejo, salen segundos una vez y se cagan en las patas. Como que no se bancan la turbulencia del 24 %. Son como esos corredores que siempre andan en la cola y si una vez el auto está para clavar el 1 en la clasificación no se animan a andar tan ligero)
La cuestión del poder debe ser quizá la marca de fuego que delata la falsía K y nos demuestra que papá tetera tiene razón al decir que el kirchnerismo es una fachada que no tiene muchas cosas en común con la historia del progresismo en Argentina. El progresismo posta posta que le gusta a nuestro fino hombre de leyes de la foto es ese que cacarea y cacarea, que se solidariza con todos los procesos revolucionarios del mundo, que firma solicitadas, realiza colectas solidarias pero a la hora de discutir la renta termina poniendo los huevos en el nido de las patronales; el progresismo bien progresista a la hora de los bifes vota con la Rural contra los chacareros, no jodamos, dejémonos de pavadas.
Y no es casual que el hombre de la tetera se brote en este asunto porque el radicalismo ha sido siempre el gran interlocutor y el gran paraguas de ese progresismo de cotillón que chorrea consignas bienpensantes. El radicalismo siempre se llevó bien con esas expresiones políticamente correctas que a la larga terminan siendo sus aliados, su colectora cultural.
Gil Lavedra expresa además a un amplio espectro del establishment que añora a ese progresismo Full Full powered By TN & América 24, esos expositores rimbombantes, esas voces convincentes, bravas, indómitas, ante Bonelli, Henry Fonda u otro justiciero del prime time político en el cable. Añoran un progresismo que dialogue y consensúe con ellos, un progresismo que los cuestione pero que jamás incida en la vida real de los argentinos. Les encanta ese progresismo que piensa bonito y se desgañita recordando que "en el año tal presentamos un proyecto para tal y tal cosa", añoran ese progresismo que en lugar de meterse en el territorio a laburar codo a codo inaugura grupos de especialistas para analizar la problemática social del segundo cordón.
Papá tetera tiene razón.
Pasemos a otro tema.
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