Es una certeza que me atraviesa desde siempre. Hace mucho, mucho tiempo, que escucho ese ronroneo pesimista.
Seguramente, las voces tilingas empezaron a denostar al país, a la patria, al Estado, cuando la plaza estalló de sorpresas y el aire se llenó de polvora y muerte, o un rato antes.
Seguramente, las voces tilingas empezaron a denostar al país, a la patria, al Estado, cuando la plaza estalló de sorpresas y el aire se llenó de polvora y muerte, o un rato antes.
Yo vine al mundo, tiempo después, cuando el 4161 saltaba por los aires con un caño de la resistencia peronista.
Viajo a los 60. Era la época de la tele en blanco y negro sin control remoto, la antena en la terraza, cerca del tanque de agua. Yo era chiquito y escuchaba que decían porquerías de este país, lo bueno de las cosas importadas, lo lindo que se vive en otro lado, lejos de casa. La falta de futuro, y la futura emigración a cualquier lado.
Una vez, mis nonos viajaron a Italia y me trajeron unos juguetes relindos, me acuerdo, eran mejores que los de acá...
Mis viejos eran inmigrantes escapados de la segunda gran guerra y me regalaron sus nostalgias todos los días. Yo soy italiano, me decía Benito. Pero si vos tenés más años de Argentina que de Italia, viejo, vos sos argentino. Ni loco, yo no soy cabecita negra, decía. No era gorila, ojo, era tano. El límite era su italianidad, eso lo preservaba del tiempo hostil que le tocaba vivir. No porque no amara nuestra patria, sino porque estaba desesperanzado por las cosas que pasaban, la dictadura, la política, las proscripciónes, la incertidubre. Había llegado con Perón y Evita, y gozó la justicia social como obrero ferroviario, después sabemos lo que pasó...
Mis viejos eran inmigrantes escapados de la segunda gran guerra y me regalaron sus nostalgias todos los días. Yo soy italiano, me decía Benito. Pero si vos tenés más años de Argentina que de Italia, viejo, vos sos argentino. Ni loco, yo no soy cabecita negra, decía. No era gorila, ojo, era tano. El límite era su italianidad, eso lo preservaba del tiempo hostil que le tocaba vivir. No porque no amara nuestra patria, sino porque estaba desesperanzado por las cosas que pasaban, la dictadura, la política, las proscripciónes, la incertidubre. Había llegado con Perón y Evita, y gozó la justicia social como obrero ferroviario, después sabemos lo que pasó...
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Llegaron los 70, crecí, la escuela secundaria, la profesora de ingles que no quería que nombráramos a Perón, el profe de Educación Democrática que era un facho, las pintadas, el boleto estudiantil, la patota, el horror.
El asunto es que con toda la historia familiar a cuestas, nunca se hubiera ocurrido irme a otro lado, a vivir o probar suerte cruzando el mar. Ya lo habían hecho mis antecesores y ese sufrimiento no lo quería para mí. Sin embargo, tuve que irme muy a mi pesar en el 78, se imaginarán porqué.
Y llegaron los tiempos del dios mercado, que barrieron los barrios y las fábricas, dejando un tendal de desocupados, locales vacíos, calles muertas, tristeza infinita. Vinieron palabras extrañas, nuevas costumbres y supermercados, del viejo Canguro al Carrefour.
Fuimos perdiendo nuestra identidad, y nuestra vergüenza. Olvidando costumbres y dolores. Convenciéndonos lo que nos decián por la tele: privatizemos todo, Doña Rosa, decían. Y como loros, o papagallos, o magazines (con su cinta sin fin) que nunca terminan, dijimos lo que ellos habían escrito para que recitemos. Pensaron por nosotros, y dejamos hacer.
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Leo en La Nación que el enorme (ponga usted el sustantivo) Adrián Ventura golpéa mi conciencia y me empuja para atrás, al país del futuro perdido, al que paría hijos para el pasaporte y el éxodo forzoso. Me quiere asustar con el cuco estatista, me quiere vender la mentirosa libertad del mercado...
El decreto por el cual la presidenta Cristina Kirchner acaba de autorizar el desembarco de un mayor número de directores estatales en empresas privadas es inconstitucional y algunas firmas están consultando a sus abogados.
Hasta el martes, el Estado, aun cuando fuese titular de un 20 o 30 por ciento de las acciones de ciertas empresas, sólo participaba con el 5 por ciento del derecho a voto. Ayer, el DNU 441 suprimió ese límite y habilitó una virtual invasión de funcionarios afines a la Casa Rosada en los directorios empresarios.
El decreto, que genera mucha preocupación en las empresas, se convirtió así en un caballo de Troya. En efecto, cuando en los 90 el Congreso (ley 24.241) habilitó a los fondos de pensión a invertir el dinero de los jubilados en acciones de empresas, nadie imaginó que el Estado podría filtrarse por esta hendija. Tampoco el Congreso suprimió ese límite cuando, en 2008, derogó el régimen de las AFJP y la Anses se apropió de los fondos de los jubilados y de las acciones.
"Cuando las empresas privadas se financiaron con las AFJP, asumían que el Estado sólo podía nombrar un director. Ahora, el Gobierno alteró unilateralmente las reglas del contrato. Este final era imprevisible para las empresas privadas, que no se hubiesen financiado con los fondos jubilatorios", explica el constitucionalista Alberto García Lema, ex procurador del Tesoro de la Nación...
Hasta el martes, el Estado, aun cuando fuese titular de un 20 o 30 por ciento de las acciones de ciertas empresas, sólo participaba con el 5 por ciento del derecho a voto. Ayer, el DNU 441 suprimió ese límite y habilitó una virtual invasión de funcionarios afines a la Casa Rosada en los directorios empresarios.
El decreto, que genera mucha preocupación en las empresas, se convirtió así en un caballo de Troya. En efecto, cuando en los 90 el Congreso (ley 24.241) habilitó a los fondos de pensión a invertir el dinero de los jubilados en acciones de empresas, nadie imaginó que el Estado podría filtrarse por esta hendija. Tampoco el Congreso suprimió ese límite cuando, en 2008, derogó el régimen de las AFJP y la Anses se apropió de los fondos de los jubilados y de las acciones.
"Cuando las empresas privadas se financiaron con las AFJP, asumían que el Estado sólo podía nombrar un director. Ahora, el Gobierno alteró unilateralmente las reglas del contrato. Este final era imprevisible para las empresas privadas, que no se hubiesen financiado con los fondos jubilatorios", explica el constitucionalista Alberto García Lema, ex procurador del Tesoro de la Nación...
¿Qué quiere decir ADRIÁN VENTURA SUPURA? ¿Que las sociedades no avanzan? ¿que si les hubiésemos avisado que (años después de la rapiña neoliberal) el Estado nacional se pondría de pie, ellos no hubieran permitido que las AFJP compraran acciones?
La nota de Adrián Ventura es un mamarracho jurídico, un oxímoron cerebral.
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Te digo algo gorila reaccionario, mi viejo ( o mi vieja, es lo mismo) estaría recontento si hoy viviera en esta Argentina, ya no diría: soy italiano... Le brillarían los ojitos gastados y soñaría historias nuevas para sus nietos, porque ahora sí, sentiría que vale la pena ser argentino.
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