Gerardo
Fernández
Una
de las demostraciones de cómo el radicalismo fue copado por sectores muy
alejados del campo nacional y popular lo constituye la declaración del senador Gerardo
Morales en un canal de cable cuando refiriéndose al fracaso estrepitoso de
los diversos grupos opositores dijo "Fuimos una murga". Entre
los tantos elementos reaccionarios que esa afirmación posee se destaca
principalmente el tufo ranciamente gorila ya que por un lado desconoce la
historia y el funcionamiento de una murga, y por
otro, la prejuzga desorganizada y carente de toda orientación. Típica
caracterización de las clases medias que ha calado como concepto, incluso hasta
en el mundo futbolístico donde más de una vez se ha escuchado a hinchas decir
que un equipo sin plan de juego es una murga.
En Argentina y muchos otros países las murgas están ligadas a las festividades
de carnaval y tienen como elemento distintivo la parodia y la crítica por parte
de los sectores populares a las clases dominantes y los gobiernos de turno. Son
manifestaciones populares que contrariamente al prejuicio de Morales se
han destacado por tener un plan de trabajo y buena organización para llevarlo a
cabo. Precisamente esto último es lo que le faltó al ya emblemático Grupo A,
porque si bien tuvo un plan de trabajo ambicioso como la desfinanciación del
Estado y la instauración de un gobierno paralelo con sede en el Congreso y
oficinas administrativas en Tacuarí 1846, careció de una organización que le
posibilitara concretarlo.
En contraposición a este espectáculo decadente de las patrullas perdidas de los
noventa, el fenómeno murguero pone de relieve la capacidad de los sectores
populares para organizarse durante un año ensayando al menos una vez por semana
y procurándose luego los recursos para financiar la vestimenta y el transporte
durante el mes de salidas. Las murgas pueden gustar más o menos en lo referido
a cuestiones musicales y danzantes, pero eso ya entra en otro tipo de debate,
más de tipo artístico. Lo que no se les puede dejar de reconocer es la seriedad
con que encaran el trabajo día tras día.
Por eso da tanta pena esta afirmación de un dirigente importante del
radicalismo, porque se afinca en una mirada que sigue despreciando al fenómeno
y hasta si se quiere estigmatizándolo. O quizá sea que uno sigue esperando el
renacer de ese radicalismo que presume más ligado a los intereses populares y
en buena medida contradiciendo en parte a esas miradas elitistas que en última
instancia nunca admitieron que los sectores populares tuvieran capacidad de
organizarse en torno a un proyecto y sólo le reconocen virtudes organizativas
en lo referido al delito y a cierta planificación con fines obviamente oscuros
de la mendicidad, como cuando las viejas dicen que no hay que darle monedas a
los pibes en los subtes porque después se las dan a sus padres y otros mayores
que especulan con su trabajo.
Es que para cierto conchetaje los pobres sólo pueden organizarse para ejecutar
el mal...
Así ven a todo lo que venga de abajo. Lo miran con desprecio, con ese asco
exacto con que han visualizado todas las movilizaciones populares del último
siglo, desde la "chusma" en tiempos de Yrigoyen, hasta los
movimientos piqueteros pasando por los "cabecitas negras" en tiempos
del primer peronismo.
Por eso podemos concluir
alegrándonos de que el Grupo A no haya sido una murga. Le hubiera ido muchísimo
mejor y ni te cuento el daño que le habría causado al país...
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