martes, 28 de diciembre de 2010

No Voy a Hacer Esto Una Vez Por Mes



Por MP
De tanto demonizarte, terminaron los medios por creerse su propio monstruo imaginario. De ahí que cuando se comenzaron a ver a pibitos llorosos en la Plaza (desorientados y macilentos como cualquiera que transita la infausta instancia del velorio de un querido) el primer reflejo de la corporación mediática haya sido, acaso, ocultarlos. Ya tenían mucha experiencia en invisibilizar, en desaparecer. ¿Qué les costaba disolver la presencia de esos primeros pendejos que buscaban encontrarse con otros, como para luchar con un tristeza sorpresiva y enorme? Enterradores profesionales, los mercenarios mediáticos deben haber deliberado si permitían o no que el fenómeno espontáneo del dolor por la muerte del hombre al que buscaron demonizar con una aplicación digna de mejor causa. 
Con las horas, tanto la afluencia como el dolor se fueron imponiendo solos por la prepotencia del número. Como en aquél 17 de octubre de 1945, ocurría algo que no tenía jefes ni instancias de orden. Así como en algunos edificios de la Buenos Aires gorila se recibía a los censistas con champán, en un festejo perverso que repetía sin saberlo aquél de 1952, cuando el cáncer brindaba a la oligarquía la ilusión de una victoria feroz, pero victoria al fin; así como algunos festejaban la muerte del Enemigo, digo, en muchos otros lados la tristeza se extendía sin término. Te habías muerto vos, nada menos. Nos sorprendiste a todos. Esta sí que no la esperábamos.
Yo también lloré. Cuando entré a la Capilla Ardiente y la vi a Ella, chiquita, al lado del cajón, se me subió a la garganta una burbuja de tristeza, que explotó poco después. Allí recién, entendí qué se había perdido y la responsabilidad enorme nos había caído encima a todos. Y la verdad es que pensé "qué cagada, macho, que te murieras justo ahora" y te recagué a puteadas. Y después volví a llorar. Lloré bastante en esos días. Qué bronca que me da eso, carajo.
Porque yo, macho, ya no quiero seguir llorando. Y te aviso que no voy a  estar haciendo la necrológica una vez al mes, contándote los días de muerto. A mí me importa un carajo la fecha y los tantos meses o años que pasen. ¿Cómo haría, si yo siempre te recuerdo vivo, cagándote de la risa? Si en mi cabeza estás vivo, qué carajo tengo que andar metiéndome en todo ese barro que es la muerte. Eso se lo dejo a los hijos de puta que se revuelcan en tu ausencia para hacer sus cálculos políticos, sus columnitas bien pagadas en los diarios, para la opereta diaria de una guerra que no terminó. Se lo dejo a los funebreros de los medios, a los políticos mediocres que creen sacar tajada y votitos porque ya no estás.
Yo siempre te pienso vivo, macho, así que no me jodás esperando que te haga las exequias cada tantos días o meses. Por eso, además, este posteo va hoy y no ayer. A la mierda con las fechas.
Acá hay que pelear. No hay tiempo para andar llorando por los rincones.
Eso es, al menos, lo mejor que aprendí de vos. Así que, hacete cargo.

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